Las Preciosas Ridículas
Por Javier del Valle
La variedad temática y de estilos han caracterizado la selección de obras teatrales que conforman el Cuadragésimo Cuarto Festival de Teatro Internacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Piezas clásicas y contemporáneos que incluyen drama, teatro del absurdo, drama social, comedia y experimentación han recibido tratamientos que van de lo convencional y ortodoxo hasta lo experimental y atrevido.
La altamente conocida comedia de Moliere, ‘Las preciosas ridículas’ (1659), toma nueva forma en manos del joven director Ismanuel Rodríguez, quien la pasada semana estrenara su versión experimental de la pieza en un acto en el Teatro Victoria Espinosa en Santurce.
De la divertida y simple trama del comediógrafo francés, el novel director elabora un intrincado espectáculo visual que incluye coloridas proyecciones gráficas, fachosos vestuarios, espantosas coreografías y pomposas actuaciones. En fin, una oda al mal gusto, como debe ser, en la que se junta el clásico con la modernidad. Rodríguez maneja con soltura la diversidad de recursos, que le ayudan a romper con tiempo y espacio.
Moliere intenta mofarse de la superficialidad con esta grotesca creación. Sus cañones siempre enfilados hacia la hipocresía burguesa, disparan hacia un mundo de títulos y apariencias. Dos nobles caballeros buscan vengarse de un par de pretenciosas jovencitas que les rechazan. Visten a sus criados de respetables señores para enamorar a las chicas, consiguiendo burlarles.
Participan de esta puesta Ángel Nieves, Erick Pérez, José Santos Ferrer, Norman Santiago, Rafael Sánchez Gómez, Joel Berríos, Orlando Rodríguez, Adyel Amat y Victoria Espinosa. Sobresale la gracia y versatilidad de Ángel Nieves como la ridícula “Madelón”. Ismanuel Rodríguez diseña la iluminación y Javier Arnaldo el vestuario.
La actuación especial de Victoria Espinosa, quien actúa por primera vez en la sala que lleva su nombre, tiene un significado especial. Aprovecha el foro que le permite su voluntarioso personaje “Marotte”, para poner su dedo en la llaga de las apariencias. Critica severamente la ineficiencia del ICP, que mantiene sus salas teatrales prácticamente inactivas al finalizar los festivales. La pomposidad de dicha institución ante una pobre agenda cultural le coloca en el lugar de laspreciosas de Moliere.
La comedia continúa el próximo viernes en la sala ubicada en la Calle del Parque.
La variedad temática y de estilos han caracterizado la selección de obras teatrales que conforman el Cuadragésimo Cuarto Festival de Teatro Internacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Piezas clásicas y contemporáneos que incluyen drama, teatro del absurdo, drama social, comedia y experimentación han recibido tratamientos que van de lo convencional y ortodoxo hasta lo experimental y atrevido.
La altamente conocida comedia de Moliere, ‘Las preciosas ridículas’ (1659), toma nueva forma en manos del joven director Ismanuel Rodríguez, quien la pasada semana estrenara su versión experimental de la pieza en un acto en el Teatro Victoria Espinosa en Santurce.
De la divertida y simple trama del comediógrafo francés, el novel director elabora un intrincado espectáculo visual que incluye coloridas proyecciones gráficas, fachosos vestuarios, espantosas coreografías y pomposas actuaciones. En fin, una oda al mal gusto, como debe ser, en la que se junta el clásico con la modernidad. Rodríguez maneja con soltura la diversidad de recursos, que le ayudan a romper con tiempo y espacio.
Moliere intenta mofarse de la superficialidad con esta grotesca creación. Sus cañones siempre enfilados hacia la hipocresía burguesa, disparan hacia un mundo de títulos y apariencias. Dos nobles caballeros buscan vengarse de un par de pretenciosas jovencitas que les rechazan. Visten a sus criados de respetables señores para enamorar a las chicas, consiguiendo burlarles.
Participan de esta puesta Ángel Nieves, Erick Pérez, José Santos Ferrer, Norman Santiago, Rafael Sánchez Gómez, Joel Berríos, Orlando Rodríguez, Adyel Amat y Victoria Espinosa. Sobresale la gracia y versatilidad de Ángel Nieves como la ridícula “Madelón”. Ismanuel Rodríguez diseña la iluminación y Javier Arnaldo el vestuario.
La actuación especial de Victoria Espinosa, quien actúa por primera vez en la sala que lleva su nombre, tiene un significado especial. Aprovecha el foro que le permite su voluntarioso personaje “Marotte”, para poner su dedo en la llaga de las apariencias. Critica severamente la ineficiencia del ICP, que mantiene sus salas teatrales prácticamente inactivas al finalizar los festivales. La pomposidad de dicha institución ante una pobre agenda cultural le coloca en el lugar de laspreciosas de Moliere.
La comedia continúa el próximo viernes en la sala ubicada en la Calle del Parque.
Critica de Claridad, escrita por Lowell Fiet, publicada el 23 de octubre de 2008
El 44to Festival de Teatro Internacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña continuó durante los fines de semana del 10 al 12 y el 17 al 19 de octubre con tres montajes valiosos tanto por sus propuestas conceptuales como por sus logros estéticos. Me refiero a Las Preciosas Ridículas de Molière, dirigida por Ismanuel Rodríguez (Teatro Espinosa) de Tantai Teatro, Voces contra el poder de Ariel Dorfman, dirigida por Vicente Juarbe (Teatro Arriví) de Teatro del Sesenta e Historia del Zoológico de Edward Albee, Actos sin Palabras 2 y Vaivén de Samuel Beckett y Te Comeré a Besos de Tomás Urtusástegui, dirigidas por Rafael Acevedo (La Sala Experimental Carlos Marichal, CBA) de Teatro de la Comedia.
Basada en la obra original de Molière, la adaptación de Las Preciosas Ridículas trae al escenario el ritmo y estilo de una farsa clásica de la credulidad de jóvenes provincianas entremezclada con inteligencia, precisión y gran picardía con la frivolidad cursi de la sociedad contemporánea de consumo conspicuo --la moda, la música hip-hop-reggaetón, los perfumes y accesorios, etc.
La trama, como tal, es casi inexistente. Dos riquitos –Du Croisy y La Grange– de alta sociedad se interesan en dos jóvenes bellas –Cathos y Madelón– pero supuestamente menos sofisticadas que viven bajo la tutela de Gorgibus. Pero para enmascarar sus intenciones, los riquitos mandan dos súbditos --Mascarilla y Jodelet-- para avanzar su causa con las jóvenes. Estos impostores, más vivos y arriesgados que sus superiores, terminan (casi) seduciendo las preciosas. Marotte, la sirvienta de Gorgibus, se entremete en escena en varias ocasiones y parece ser el único personaje racional y no obsesionado por estar en boga. El pintor –utilizan “Las meninas” de Velázquez como el marco escénico inicial– de la primera escena se convierte en el DJ del acto final.
El éxito de este montaje depende, primero, del control que exige el director sobre los excesos que ha introducido en un espacio teatral delimitado. Porque todo es exagerado, demasiado, excesivo –de eso depende la ridiculez y las risas que generan las preciosas. Pero el estilo de Commedia dell’Arte modernizada también demanda la especificidad y economía al utilizar y repartir los “lazzis” (que son gestos cómicos definidos) “encadenados”, como dice el programa, para no sobrepasar los límites de la exageración. Logrado. Segundo, Las Preciosas Ridículas cuenta con actuaciones efectivas, convincentes y muy graciosas. Joel Berríos (Du Croisy), Rafa Sánchez (La Grange), José Santos (Mascarilla), Norman Santiago (Jodelet), Orlando Rodríguez (Gorgibus), Adyel Amat (Pintor y músico) y muy especialmente Victoria Espinosa como la sirvienta coherente –la raisonneuse del director– Marotte y Erick Pérez y Ángel Nieves actuando in drag los papeles de las preciosas, Cathos y Madelón (corríjanme si he confundido los nombres), respectivamente. La puesta en escena podía haber funcionado en una versión straight, pero las actuaciones travestidas de las preciosas es el eje del “entrejuego” excesiva- y exitosamente cómico entre los actores y el público entripao’ de risa.
Pero tengo una queja. El Teatro Espinosa, aunque todavía requiere equipo y maquinaria de escena, es el espacio “oficial” más funcional y de más privilegio artístico que ya existe en el teatro puertorriqueño. Y los públicos –especialmente, los jóvenes– han respondido positivamente a la dinámica especial del nuevo espacio. Poner una fila de sillas blancas más altas que las butacas de la primera fila no solamente impide la visión directa al escenario sino también bloquea las líneas horizontales. El trabajo hecho para perfeccionar una estética escénica queda parcialmente socavado por no encontrar una solución mejor lograda para acomodar más espectadores o los que llegan tarde.
También menciono el Teatro Espinosa porque me parece que la puesta en escena de Historia del Zoológico y otras cosas de Teatro de la Comedia se afecta por haberse llevado a cabo en la frialdad cuadrada de la Sala Experimental de Bellas Artes en vez de en el Espinosa. Mis experiencias con Historia del Zoológico (1959) de Albee cubre más de cuatro décadas de leer, ver no sé cuántos montajes y enseñarla. Leída en conjunto con otras obras cortas de la misma época como Dutchman (1964) de Amiri Baraka (Leroi Jones) y The Indian Wants the Bronx (1968; El Hindú quiere llamar al Bronx) de Israel Horowitz crea un tipo de mapa de las tensiones culturales que todavía caracterizan la sociedad estadounidense.
Esto dicho, no es sorprendente que tenga diferencias de opinión con la interpretación del director Rafael Acevedo de esta versión de Historia... Pero no voy a enumerarlas porque son mucho menos importantes que el hecho de que el trabajo de Acevedo con Walter Rodríguez, como el personaje pasivo Peter, y Jerry Segarra, como el agresivo Jerry, muestra un intento serio de sacar la acción de su contexto inmediato y traerla a un mundo más visceral y cotidiano para el público actual. De hecho, la interacción entre Segarra y Rodríguez no solamente ilumina una posible tensión sexual, sino más importante crea una ansiedad generacional –este Jerry no se muestra tan desilusionado y este Peter es físicamente menos ágil y resistente– y un miedo de la precariedad de envejecerse. Es un trabajo pensado y bien logrado.
No obstante, son las dos piezas de Samuel Beckett las que sobresalen, para deleite del público, dentro del programa de la noche. Primero, las actuaciones físicas de Rodríguez y Segarra brillan en Actos Sin Palabras 2, que casi resulta como un reflejo ya cómico en mimo-drama de la tensión generacional de Historia del Zoológico. Al mismo tiempo, farsa hilarante o no, Beckett no nos deja fuera del gancho tan fácilmente: joven/viejo, día/noche, un momento para reírnos, entonces la nada.
Lo mismo ocurre en Vaivén en que Luisa Justiniano como Flo se une con los ahora travestidos Rodríguez (como Vi) y Segarra (como Ru) para formar un triángulo vengativo y ridículamente chismoso. Esta escena in drag –muy diferente a las jóvenes preciosas de la obra de Molière– reta nuestras ideas sobre diferencias sexuales y de carácter femenino o masculino. También sobresale la actuación de Luisa Justiniano en el acto unipersonal Te Comeré a Besos de Tomás Urtusástegui. Sin embargo, aunque visceralmente impactante, no encontré gran correspondencia entre esta pieza y las obras más retantes de Albee y Beckett.
Finalmente, me queda muy poco espacio para felicitar a Teatro del Sesenta por su excelente presentación docu-narrativa-teatral de Voces Contra el Poder de Ariel Dorfman. Asistí a la versión de hace un año en el Teatro de la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana y en ese momento, no entendía por qué no era parte del 43ro Festival de Teatro Internacional. Este tipo de acto cívico-educativo era más frecuente en otra época y es esencial que regresemos a la idea de que el teatro tiene esta capacidad de enseñar lo que el cable TV, los vídeo juegos, los iPods y los CDs no pueden enseñar y lo que frecuentemente han sacado del currículo de las escuelas superiores. ¿Dónde más van a oír los jóvenes las voces de Rigoberta Menchú, Desmond Tutu, Helen Prejean, Digna Ochoa, José Zalauett y de tanta/os otro/as? Es esencial que obras así entren en los Festivales, pero aún más importante sería una versión escolar rodante que se pudiera integrar dentro de una unidad curricular para que los estudiantes puertorriqueños aprendan más que lo que está disponible a través de los medios masivos y los juguetes de consumo.
Gracias a Teatro del Sesenta por su participación